martes, 9 de noviembre de 2010

...Solo me queda una bala.

Era un día de esos normales, donde te levantas a las 6 de la mañana, te bañas y te preparas para tu trabajo. El senado, nada más que el senado. 21 años y ya estas con los grandes. En un internado que te ha enseñado el verdadero significado de la corrupción. Donde usan las leyes como papel de baño y se ríen de las ideas inteligentes del pueblo, donde el apellido de todos es PODER. Esa mañana te sentaste en la sala de tu hospedaje en la universidad y viste las noticias mientras de comías un yogurt de fresa y guineo. Ya nada de lo que ves te sorprende, todo es mas de lo mismo. En este país las cosas no progresan, se ha enseñado a caminar para atrás. La gente es como los jueyes, tiene la mierda y el cerebro juntos. Todo transcurrió bastante parecido a los días anteriores, la maldita monotonía que detestas. Fuiste a la clase de lógica y comentaste como siempre, bromeaste con tu amiga y regresaste a tu cuarto. Estabas pensando tanto, de momento te llenaste de preocupación. Hace una semestre te fuiste de intercambio a España. Ya extrañabas tu país, te sentías extranjera, aunque siempre se notaba tu acento español. Tomaste 10 cursos y completaste 21 créditos que aprobaste con las mejores calificaciones, como siempre. Regresaste a Puerto Rico y decoraste tu cuarto con todos los peluches de toros que encontraste y llenaste las paredes de fotos y banderas. Una semana atrás fuiste a la oficina de intercambio para verificar si había llegado tu transcripción de créditos... la sorpresa fue mucha cuando te dijeron que ninguno de tus créditos sería aprobado en Puerto Rico. Aquí comenzó tu desesperación, ¿cómo es posible que un programa implantado por ellos mismos no tenga efecto? Además de gritarle a la orientadora fuiste a quejarte al Decanato de Estudiantes. Como última opción tenías al presidente de la universidad. De todos, nadie hizo nada. Les dijiste a tus amigas, escribiste en Facebook, te encargaste de dejarle saber a tus compañeros, la incompetencia del programa de intercambio. Esa noche estabas sola porque tu compañera de cuarto se había ido de shopping. La inteligencia que siempre demostrabas se fue de vacaciones y tu tuviste un plan, escapar. Pensaste todas las formas posibles de salir de tu problema, así ya tu madre no te reprocharía más por el tiempo que perdiste y el dinero que los hiciste gastar en tus estudios. Se te ocurrió un cuchillo, una soga, drogas, pistolas, pastillas… lo más accesible fue un pote de pastillas, aceleraba el proceso el hecho de que eres epiléptica. De seguro un ataque y tantas pastillas te mataban de una vez. Levantaste el teléfono y llamaste a tu novio, le dijiste: “Dile a papi y a mami que los quiero. Y tú, perdóname”. La pregunta no se hizo esperar y contestaste que te habías tomado 12 pastillas, estabas en el piso y te sangraba la nariz. Lo que quedo fue silencio, te fuiste en blanco. Tu novio llamo a la universidad, indicó tu nombre y lo que hiciste y en pocos minutos ya la mitad de la administración estaba en tu cuarto. Nadie estaba haciendo otra cosa que no fuera averiguar, seguían subiendo las empleadas, llegaron los paramédicos y tus amigas lloraban en la habitación del frente. De todas las personas en el mundo jamás pensaron que tú intentarías matarte. Después que la psicóloga hablo contigo te llevaron a un hospital cercano para recibir atención médica y a las cuatro de la mañana ya habías regresado a tu habitación. En vez de ayudarte psicológicamente o al menos intentar arreglar tus créditos, que fue la causa de tu intento fallido, te dieron una notica mejor. Estas expulsada de la residencia porque eres una amenaza para las demás estudiantes, tus padres te van a sacar de la universidad y no les interesa que estudies. Parece que nadie entendió lo grave del asunto, lo que se podía resolver con palabras prefirieron dejarlo en el silencio. Esta noche es otra normal, las pastillas no son tu opción, esta noche solo te queda una bala.

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