sábado, 7 de mayo de 2011

Sombras en la pared


... Nadie entendía porque me encantaban los abrazos, el motivo de querer tener a todos cerca, esa simpatía que me llevaba a apreciar hasta los mas desconocidos. De pequeña me criaron en una casa hogar porque mis padres no supieron cuidarme, quizás porque no querían o no sabían como. Ya no vale la pena ni culparlos. Recuerdo que cuando llegaban visitas al hogar yo corría a abrazarlos y siempre le decía mami a cualquier mujer que me tomara en sus brazos y a los hombres comenzaba a tocarlos en los lugares que no debía, ni siquiera sabia que era eso. La verdad es que ninguno de ellos se cuestionaba mi manera de ser, sino que se encariñaban y no entendían como una niña tan amorosa pudiera ser maltratada o abandonada por sus padres. Todas las noches tenia pesadillas, aun sigo teniéndolas, han pasado veinticinco años... los cariños se han esfumado, ya no soy tan amorosa, de hecho esa forma de ser me ha alejado de muchos. No solo he tenido parejas varones sino que también han sido mujeres, toda la lujuria y las pasiones han sido mi condena. Jamas he encontrado algo real, soy infeliz totalmente, no tengo ganas de vivir, no me importa nada. La realidad es que detesto que me toquen, odio sentir las manos de cualquier persona sobre mi, sin embargo nunca he podido alejarme de esa vida, sino fuera por la facilidad con la que me entrego hubiera estado sola siempre. Lo que trataron de enseñarme en ese hogar no fue nada útil, porque mientras intentaron protegerme de la vida exterior y de los que me querían hacer daño, se olvidaron de los que quedaban dentro. Tantos niños que como yo tuvieron problemas, fueron golpeados, abusados, abandonados, todos en un mismo lugar, con tantos problemas en la mente, con tantos miedos, con tantas malas mañas, intentando consolarnos, sin tener una idea de lo que hacíamos. Yo solo tenia cuatro años cuando llegue a ese lugar, cuatro años cuando mi padre ya me había tocado donde no debía, cuando los otros hombres de mi madre ya usaban mi boca, cuando sentir por primera vez que alguien adentro algo dentro de mi. Los gritos de una niña inocente nunca los frenaron, no conmovieron su corazón, ni el de mi madre. Odio las noches, la soledad, odio la gente y que me usen... Sigo teniendo miedo a las sombras en la pared.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

girona.anays@gmail.com