Posiblemente era el sonido de los violines que transportaban a otro
lugar, o la sutileza que tenían sus manos en las cuerdas de la guitarra. Tal
vez era esa inocencia que envolvía su sonrisa o la mirada traviesa que se
colaba entre la gente acumulada ante el concierto. Puede que haya sido la
soledad que se sentía seducida por sentir una vez más. Pero ese niño se ha llevado
la madurez de paseo a un romance de minutos, en la mente de ella. ¿Que podría él
ofrecer a quien ya lo ha visto todo? ¿Qué puede ofrecer ella que él necesite
saber? 10 años que separan la cordura, un romance entre niño y mujer, entre
deseos guardados y curiosidad ignorada. Si pudieran esconderse bajo las
escaleras y vivir cada toque de las teclas del piano que suena de fondo, o
crearse alguna ilusión de cuerdas y melodías, lo harían. Pero es una espuma de
un sueño en medio de música y letras. Y como el tiempo traiciona, ya no es más
que una idea de la música que se acabo.
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